viernes, 6 de julio de 2012

De Sarria a Portomarín


 Una etapa preciosa que no fue aprovechada como
se merecia. Dicen que la vida es un camino y que el Camino es la vida y en ambos, uno hace elecciones en las que puede equivocarse. Desde que entramos a Galicia, hay en algunos peregrinos, el afân de levantarse cada vez mas pronto y caminar cada vez
mas rápido para llegar cada vez mas primeros para...
Me equivoqué. Elegi ese camino y me equivoqué. Salí temprano, como cada día, pero en lugar de ir a mi ritmo y disfrutar, de pronto me encontré en medio de una competición por ser los primeros en llegar. Y no me gustó.
Hoy no hubo charlas sobre vacas y castillos, ni vi al irlandes que camina desde Francia, ni compartimos mesa con las chicas de Madrid, ni nos quitamos la añoranza con los catalanes o compartimos puyas con los chicos de Córdoba, ni nos hicimos fotos con la bilbaina que viene andando de Roncesvalles, ni hablamos de Samos con la parejita de... ahora que lo pienso, no sé de dónde son.
Hoy nos limitamos a caminar sin parar para llegar los primeros. Y me equivoqué. Pero igual que en la vida, de los errores se aprende.
Será por eso que en un momento de la etapa dije basta. Ni puedo ni quiero ir a este ritmo. Porque más allá del dolor y el esfuerzo por continuar, estaba la presión por no demorar al resto. Y es entonces cuando el disfrute (aunque haya dolor y esfuerzo) se convierte en obligación. Y yo estoy aqui para disfrutar y no para sufrir. Y me rebelé. Y entonces, comencé a disfrutar de unos paisajes magníficos que bien valía la pena contemplar y me senté durante un rato con los ojos cerrados mientras llenaba los pulmones de aire y el alma de paz para recuperar las horas (y los kilómetros) perdidas.

En eso estaba cuando me encontré con una especie de cruz llena de recuerdos, mensajes, objetos de diferentes tipos, formas y colores. Un lugar donde la gente se desprende de sus miedos, de sus cargas o deja como ofrenda aquello tan hermoso y tan preciado que lleva en lo mas profundo de su corazón. Y mientras las lágrimas me corrían por la cara, yo también dejé ahí mi ofrenda.

En fin, que en el Camino y en la vida, uno toma decisiones erróneas o que no son las que necesitas o las que te llenan o te hacen feliz. Lo importante es que siempre estás a tiempo de rectificar. Y disfrutar. Y mientras disfrutas, ya posees ese cachito de felicidad. Como el que tuve yo cuando llegué a Portomarín y me recibió el magnifico río Miño.








2 comentarios:

  1. Tan cierto como la vida misma, donde en muchas ocasiones corremos hacia ninguna parte. Tomo nota para mi via crucis particular, el del Camino y el otro, los dos por empezar
    Un abrazo y ánimos, como cada dia q puedo, yo tb viajo un poco en tu mochila

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  2. excelente reflexión y mejor decisión!

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